
Para mí, este es un tiempo de profundo reconocimiento, en el que volvemos a conectarnos con todo aquello de lo que alguna vez nos separamos o que fue reprimido en vidas pasadas en la Tierra.
Y ahora, al recordar, nos reencontramos con nosotros mismos, nuestras almas, nuestro grupo de almas y el conocimiento infinito.
En niveles más profundos, quizás no comprendamos por qué todos en algún momento aceptamos el olvido más profundo, la separación y más allá, el dolor y sufrimiento que causamos a otras almas.
Ahora hemos ido despojándonos capa por capa de lo antiguo, y muchos aún lo hacen.
En este proceso, finalmente podemos volver a ver, escuchar y reconocer, a través de nuestro propio corazón y alma.
La mente gusta de diseccionar y analizar, mientras que el ego nos arrastra una y otra vez a viejos patrones.
El alma, en cambio, se eleva como el fénix y permite que las llamas de la transformación y purificación conviertan todo lo anticuado y desgastado en la pureza y perfección de la Fuente Divina.

En verdad, lo Divino en nosotros, uno con nuestra alma, es ahora como el agua viva de la vida y el Espíritu Santo que desciende, mientras nos convertimos en simples vasos a través de los cuales todo esto ancla el Amor Divino, la Luz Divina y el Poder Divino en la Nueva Tierra, mientras recuperamos nuestra verdadera maestría y vivimos la verdad de nuestra alma, sirviendo amorosamente con corazón y alma.
Nadie ha dicho que sea fácil.
Conozco todo esto y tengo mis desafíos, momentos de revelación y de ver, oír y saber todo, igual que cualquier otro.
Pero lo que sé con certeza es que con cada capa que surge y se disuelve, entra más Luz Divina, Amor y Poder.
¡Eso es verdaderamente iluminación!
Cuando ocurren momentos de puro derramamiento de los poderosos flujos de la vida y las poderosas activaciones, no hay palabras para describir tales dones.
¡Simplemente se recibe y se permite la abundancia!
¡Eso es Amor Divino!
Judith Kusel
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